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El Eco del Dolor

7 marzo 2025

-La Ilusión de la Felicidad

En un principio, todo parecía un cuento de hadas. Me sentía amada, envuelta en un abrazo cálido que prometía eternidad. Las risas compartidas y los momentos de complicidad eran el hilo dorado que tejía nuestra historia. Los días se llenaban de colores vibrantes, y la vida parecía un lienzo en blanco, listo para ser pintado con sueños y promesas. Sin embargo, en medio de esa belleza, comenzaron a surgir sombras. Las críticas, disfrazadas de preocupación, se deslizaron en nuestras conversaciones. Comentarios sobre mi apariencia, mis amistades y mis decisiones comenzaron a erosionar la confianza que había construido. Cada palabra se sentía como un golpe, y aunque intentaba ignorarlas, se acumulaban en mi interior, como un eco que no cesaba. Esa felicidad, que una vez brilló intensamente, empezó a desvanecerse, dejando un rastro de inseguridad y dolor.

-La Caída en la Oscuridad

Con el tiempo, las críticas se convirtieron en un torrente imparable. Tres años de insultos y desprecio desgastaron mi espíritu. La intimidad, que alguna vez fue un refugio, se transformó en un campo de batalla. Su rechazo me hizo sentir invisible, como si mi cuerpo y mi deseo no tuvieran valor. Las infidelidades, tanto con conocidas como con desconocidas, se convirtieron en una traición constante que desgarraba mi corazón. La angustia se apoderó de mí, y cada día se sentía como una lucha por sobrevivir. Las lágrimas se convirtieron en mis compañeras más fieles, y la risa, en un recuerdo distante. La sensación de ser menos que nada me envolvía, y aunque intentaba mantenerme en pie, la presión de sus palabras me aplastaba. La desesperación se convirtió en mi sombra, y la luz al final del túnel parecía desvanecerse.

 

-La Explosión de la Verdad

Un día, el peso de todo se volvió insoportable. Lloré, un llanto profundo que resonó en mi ser, y su respuesta fue un desdén que encendió la chispa de mi furia. En ese momento de quiebre, sentí un dolor punzante en el estómago, como si todo lo que había soportado se manifestara en una explosión de emociones. Grité con todas mis fuerzas, rompiendo las cadenas invisibles que me mantenían prisionera. Las cosas comenzaron a estrellarse a mi alrededor, un acto de liberación que resonaba con cada fragmento que caía. Sentía que debía destruir todo lo que me había hecho sentir menos, porque en ese instante, comprendí que ya estaba rota. La ira se transformó en poder, y aunque el camino hacia la sanación sería largo, por primera vez, sentí que estaba recuperando mi voz y mi vida.